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Leticia Brunati: "Entendí que los sueños están para hacerlos realidad"

A dos años de la máxima gesta del beach handball argentino, Leticia Brunati, entrenadora del equipo campeón olímpico en Buenos Aires 2018, recuerda el proceso que llevó a la selección juvenil femenina argentina, las Kamikazes, a subirse a lo más alto del podio y recuerda la explosión que provocó el deporte en el país. Historia de un sueño olímpico que mutó, y se hizo realidad.


“Por último, algo que para mí es sumamente importante, es el alma del equipo”, cuenta Brunati mientras pasa diapositivas en el cierre de su exposición durante la 1º Beach Handball Week organizada por la IHF (International Handball Federation). La entrenadora argentina, que fue invitada por la máxima entidad del handball internacional, explica cómo fue el proceso de formación del equipo campeón en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Del otro lado de la pantalla, cientos de espectadores escuchan atentamente a quien fue una de las principales responsables por el éxito del beach handball hace exactamente dos años en el Parque Sarmiento de la capital argentina.


“Nuestra misión era ser el mejor equipo posible, lograr la excelencia. Y ser el mejor equipo posible no se trataba, para nosotras, de ganar una medalla olímpica, sino que se trató de ser lo mejor que nosotras podíamos ser, de ser nuestra mejor versión”, aclara. Y no es que ella no soñara vívidamente con ver a su equipo colgándose la medalla de oro, en un estadio repleto, en el mismo parque en el que la historia del beach handball había comenzado a gestarse en Argentina apenas diez años antes. Pero si hay algo que siempre tuvo claro es que los equipos trascienden, más allá de los resultados.

Es sábado por la noche y del otro lado de la línea, Brunati le cuenta a Playmaker | Women’s Handball: “Yo siempre seguí los Juegos Olímpicos, y siempre seguí el handball porque era fanática del handball indoor. Lo estudiaba, pedía libros para leer, miraba videos para aprender, porque quería mejorar como jugadora. Me acuerdo de haber visto por primera vez handball en Atlanta 1996, la final masculina entre Suecia y Croacia, porque eso era lo que pasaban por la televisión; pero ya después en el 2000, viendo a Las Leonas (seleccionado de hockey femenino), a Alejandra García Flood (garrochista), más que nada a las atletas mujeres, me dije: ‘a mí me gustaría un día llegar a eso’”.


El sueño de participar de unos Juegos Olímpicos como jugadora se mantuvo durante un tiempo, pero pronto se dio cuenta de que le sería esquivo: “Tenía 17 años y no me daba el físico para estar en la selección”, recuerda. Sin embargo, las esperanzas se fueron depositando en otros sueños y objetivos.


“Cuando quedé como entrenadora de la selección argentina (cadetas y juveniles indoor), tal vez no pensaba tanto en llegar a unos Juegos Olímpicos, quizás la meta era algún día jugar un mundial, pero también me quedé afuera de un mundial (juvenil 2012). Ese fue un golpe muy duro, pero creo que me hizo mejor: mejor entrenadora, mejor persona, mejor docente. Pero al fin y al cabo siempre tuve ese sueño de estar en unos Juegos Olímpicos, tal vez incluso como espectadora; pero cuando en el programa olímpico anunciaron el beach handball pensé: ‘esta es mi oportunidad’”.


Cuando en el año 2013 Buenos Aires fue electa como sede de los 3º Juegos Olímpicos de la Juventud, el programa incluía al handball indoor; pero tras la decisión del Consejo de la IHF en febrero de 2015, y la posterior aprobación del COI (Comité Olímpico Internacional) en julio del mismo año, el beach handball reemplazó a su versión bajo techo en el programa olímpico. Brunati, que se había involucrado con el beach handball en el 2011 para nunca más soltarlo, fue convocada para formar parte del programa de captación de talentos con vistas a los Juegos Olímpicos de la Juventud. El sueño olímpico estaba intacto.



Playmaker: ¿Qué fue lo más desafiante de todo el proceso?


Leticia Brunati: Todo fue un desafío en los tres años y poco más de proceso. Primero, empezar sin una cancha, porque cuando empezamos todavía no teníamos la cancha en el CeNARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). Cuando sí la tuvimos, eso hizo que subiera muchísimo nuestro nivel de entrenamientos, lo cual llevó a que el nivel de juego también subiera bastante. Después, empezar el proceso con jugadoras que no conocían el deporte, porque sólo había dos o tres chicas que lo conocían más o menos; algunas de ellas nunca lo habían visto. Otro de los desafíos fue el de articular, entre fines de 2017 y principios de 2018, la planificación de los Juegos Olímpicos de la Juventud con la del Panamericano juvenil indoor, clasificatorio para el mundial de Polonia, que era muy importante para las jugadoras, y para nosotros como locales y como confederación.


Las Kamikazes consiguieron el oro en la primera participación del beach handball de los Juegos Olímpicos de la Juventud. Foto: Ian Walton para OIS/IOC

El beach handball no contaba con selecciones juveniles, por eso muchas de las atletas que formaban parte del proceso de Buenos Aires 2018, también estaban dentro del grupo de jugadoras convocadas para el seleccionado indoor que buscaría una plaza en el torneo ecuménico jugando un Panamericano que tendría como sede la capital argentina.


PM: ¿Cómo fue eso de compartir procesos? Porque cinco de las jugadoras que luego fueron olímpicas participaron de ese Panamericano, y seguían en camino para estar en el mundial.


LB: En algún momento me agarró un poco de inquietud pensar si alguna de las jugadoras iba a preferir jugar el mundial, pero ellas estaban seguras de que unos Juegos Olímpicos iban a ser únicos. Creo que lo que más pesó para ellas fue que nosotras no íbamos solamente a jugar unos Juegos Olímpicos, porque cuando volvimos del mundial de las Islas Mauricio en (ndr: julio de 2017, donde consiguieron el bronce) nos dimos cuenta de que verdaderamente íbamos a competir por una medalla. La sensación era que íbamos a hacer todo lo posible por conseguir una medalla y creo que eso pesó en las jugadoras. Tal vez si no hubiésemos tenido esa posibilidad, habría sido diferente.


PM: En un momento durante tu exposición en la IHF Handball Week, cuando hablaste de los valores y de cómo tenían que fusionarse como grupo, dijiste que tenían que darse cuenta de que podían hacer algo que nadie había hecho antes. ¿Cómo se hace eso?, ¿qué hicieron para conseguir eso que nadie había conseguido?


LB: Creo que lo más importante que tuvimos fue el soñar. Desde que volvimos del mundial nos propusimos trabajar para consolidar lo que habíamos hecho bien y para mejorar notablemente lo que habíamos hecho mal, que era mucho, lo cual nos ilusionaba; porque sabíamos que incluso con todo lo que teníamos por mejorar habíamos ganado una medalla, entonces si mejorábamos íbamos a estar incluso un paso más arriba. Me parece que tuvimos muy claro qué era lo que teníamos que mejorar en cuanto al aspecto físico, técnico y táctico; tener esa claridad hizo que la planificación fuese mucho más fácil. Fuimos dándole a las jugadoras, todo el tiempo, pero de a gotas, motivación y sueños. Y digo de a gotas porque teníamos que incentivarlas de a poco para que todo eso que fueron soñando explotara en octubre.


El trabajo motivacional estuvo apuntalado por varias charlas brindadas por el ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), que acercó a grandes referentes del deporte argentino como Paula Pareto (judoca, oro en Rio 2016) o Sebastián Crismanich (taekwondista, oro en Londres 2012), a los jóvenes atletas que aspiraban a competir en Buenos Aires 2018. “Era gente que había estado en los Juegos Olímpicos y que podía compartir sus experiencias sobre cómo manejarse con la prensa, cómo manejar las decepciones, porque podíamos tenerlas, cómo mantenerse concentrado en la villa olímpica, porque hay que tener en cuenta que eran chicas de 17, 18 años”, rememora Brunati.


“Lo primero que dije cuando pisamos la villa olímpica fue que el partido que cerraba la participación del beach handball en los Juegos era la final femenina, y les dije a las jugadoras: ‘nosotras tenemos que estar ahí’. Para mí era una forma linda de decir ‘tenemos que ganar’, pero sin presión, como soñando con estar ahí ese día”.


En el ciclo del canal público de deportes Deportv, “Capitanes”, el ex futbolista Juan Pablo Sorín entrevistaba a capitanes de los diferentes seleccionados argentinos y la entrenadora de las Kamikazes editó varios de esos episodios para mostrárselos a sus jugadoras. La motivación de a gotas. Al final del episodio, Sorín le preguntaba a los entrevistados qué significaba para ellos la camiseta argentina. Ese fue el disparador para que cada una de las nueve elegidas por Brunati se expresaran: “El día que entregamos la ropa a las jugadoras, estábamos todas en una habitación y las repartí una por una; a cada una le pregunté qué significaba el top para ellas. Fue un momento súper emocionante y las palabras de todas fueron increíbles. Creo que pudieron combatir la ansiedad y el nerviosismo con alegría; la verdad es que el resultado tuvo mucho que ver con el grupo”.


PM: ¿Cuánto tiempo les duró la sorpresa y el asombro por estar en la villa olímpica?, ¿cómo trabajaron para que no se transformara en una distracción?


LB: Bueno, nosotros como cuerpo técnico bajamos como línea, y ellas aceptaron que era necesaria: la villa olímpica la íbamos a disfrutar después del 13/10, y así fue. Pero también nos pasó algo increíble, que sólo a nosotras nos podía pasar. La primera noche, después de cenar, las chicas se fueron para las habitaciones, se subieron 14 personas en el único ascensor del edificio, que se rompió y cayó un metro hacia abajo; afortunadamente estaban en la planta baja, por eso no hubo que lamentar nada. Con el cuerpo técnico estábamos haciendo la sobremesa en el comedor y recibí una llamada de Cati (Caterina Benedetti) que me dijo “Leti, nos quedamos atrapadas en el ascensor”. Lo primero que pensamos fue que funcionaba mal, pero no. Ocho de nuestras jugadoras estaban ahí y la verdad fue una situación terrible; a partir de ese momento las chicas no salieron ni a la esquina y creo que toda la situación las hizo calmarse un poco. Pero hasta que empezamos a competir, fue duro. El shock de la villa, la verdad, lo empezamos a vivir después de que terminó nuestra competencia.


PM: Hubo otro factor ineludible que pudo haberlas desenfocado a lo largo de la competencia: el público y lo que fueron generando el deporte y los resultados de ustedes desde el primer día. ¿Esperaban esa respuesta de la gente o la situación resultó ser superadora?


LB: La verdad es que fue totalmente diferente a lo que esperábamos. Nosotras pensábamos que iban a estar nuestras familias y nuestros amigos del handball; sabíamos que el estadio no era muy grande y era posible que hubiera algo de gente, pero la verdad es que el público fue creciendo día a día. Y algo que nos ayudó fue una frase que tomé de una charla con Paula Pareto que dijo que la gente está ahí para darte energía positiva, y me pareció buenísimo porque una de las cosas a las que el deportista a veces le tiene miedo es al ridículo, quedar en ridículo frente a la gente, frente a las cámaras; entonces poder revertir eso y pensar que la gente estaba ahí para darnos amor, energía y para ayudarnos fue positivo.

Parque Sarmiento - beach handball
El público se fue enamorando del beach handball y en los últimos días de competencia, las filas para ingresar al parque se extendieron por cientos de metros. Foto: Alexander D'Addese para OIS/IOC

Ese Parque Sarmiento, que formaba parte del Tecnópolis Park, y que estuvo repleto de gente que cada día se acercaba a ver el deporte que más furor causó durante los primeros días de ese mes de octubre de 2018, fue también uno de los lugares en el que el beach handball argentino empezó a desarrollarse. Pero en aquel entonces estaba muy lejos de parecerse a las nuevas canchas construidas para el máximo evento internacional multideportivo de la juventud.


Un rectángulo desnivelado, con más tierra que arena, sin arcos ni iluminación, fue el primer escenario del incipiente deporte que eventualmente conseguiría las primeras (y únicas) medallas en mundiales para la Confederación Argentina de Handball (ndr: bronce femenino y masculino en el mundial juvenil de Islas Mauricio 2017, plata femenina en los World Games Wrocław 2017). Los entrenamientos bajo la lluvia o bajo el sol extremo, corriendo detrás de la pelota que salía del perímetro por la falta de redes, o la colocación de los arcos y flejes eran rituales habituales para quienes luego se subieron a lo más alto del podio, a pocos metros de esa cancha. Seguramente aquellos primeros contactos con el deporte no fueron de lo más atractivos a la hora de incentivar a un grupo de jugadoras con sueños de medallas, pero todos esos sacrificios tuvieron su recompensa.


PM: ¿Cuáles fueron los legados que te quedaron después de los Juegos?


LB: Dos cosas me quedaron marcadas como legado. Lo primero es que el beach handball llegó a muchos más lugares de los que hubiera llegado si los Juegos Olímpicos no hubiesen sido en Buenos Aires. Y creo que lo que hicieron las chicas, más allá de la medalla, fue llegar al público, que se identificó con ellas por la entrega, por la forma de relacionarse con la gente, por la empatía que tuvieron con la gente, y eso ayudó a que el beach handball fuera conocido en todo el país, y que incluso fuera tapa de varios diarios. Y lo otro, que trasciende nuestra medalla y que me quedó de los Juegos Olímpicos en general fue la imagen que dieron los deportistas argentinos, los adolescentes. Muchas veces los jóvenes están tildados de que no se esfuerzan, de que son perezosos, y ahí tenías a más de 200 atletas argentinos de todo el país que realmente hicieron un esfuerzo impresionante, que compitieron de una manera ejemplar y que llevaron la bandera del olimpismo a cada una de sus ciudades.


PM: ¿Qué representa para vos ese olimpismo?, ¿por qué los Juegos Olímpicos son tan especiales?


LB: Porque son algo mucho más grande que un simple deporte, es una filosofía de vida. Es poder intercambiar experiencias con un montón de culturas diferentes. Cada día en la villa olímpica aprendés a ver las diferencias como algo extraordinario. Hay una empatía entre los atletas, entre los entrenadores e incluso los voluntarios, que generan un ambiente de hermandad que no se vive tanto en otros lugares. En esa convivencia de todos los días en la villa olímpica, con gente que come diferente, que se viste diferente, en esas diferencias encontrás el todo, la esencia del ser humano.


PM: Dos años después de ese oro olímpico, ¿creés que entendiste lo que pasó, lo que hicieron y todo lo que generaron?


LB: (Piensa) No sé. Yo creo que lo que entendí es que los sueños están para hacerlos realidad; que si soñas, si sos leal a tus convicciones, si trabajás, si sos una persona de bien y encontrás, como yo, un equipo técnico y un grupo de jugadoras que te acompañen en los sueños, podés hacer cosas increíbles. Porque creo que esto se trata de eso, de hacer cosas increíbles. Pero por sobre todas las cosas lo que puedo decir es que fui muy feliz y lo tengo guardado en cada célula de mi cuerpo como un momento especial.


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