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Mariana Costa: "Poder representar a mí país después de mi recuperación es un privilegio"

La extremo derecho de Brasil disputa su cuarto mundial adulto, diez años después de haberse consagrado campeona del mundo en Serbia. Pero un accidente en abril de este año pudo haber cambiado el curso de su vida por completo. Con su equipo clasificado a Main Round, nos cuenta cómo se recuperó y cómo vive este nuevo torneo vistiendo la camiseta de su selección.


Foto: IHF / kolektiff images / Anze Malovrh

Cuando a menos de dos minutos del comienzo de la semifinal de la Copa de Hungría entre DVSC Schaeffler y el Győri Audi ETO KC Mariana Costa se desplomó en el piso tras haber recibido un rodillazo desafortunado por parte de su arquera en un repliegue, el gimnasio de Tatabánya quedó en silencio.


“No me acuerdo de nada, no me acuerdo de cómo fue la jugada”, relata Mariana, casi ocho meses después del accidente que pudo haber tenido un desenlace mucho más catastrófico. “En ese momento no tuve cómo reaccionar, cuando giré ya recibí el golpe; pero eso lo vi dos días después, en el hospital, porque en realidad no me acuerdo. Yo no tenía dimensión de lo que había pasado, tanto que me contaron que cuando estaba al lado de la cancha le pedía al médico que me dejara entrar de nuevo. Pero me acuerdo de que el semblante, tanto el médico de mi club como el de la competencia, era de mucha preocupación”.


La extremo derecho recuerda haberse despertado al costado de la cancha, en una camilla, preguntándose dónde estaba y qué había pasado. “Si me preguntas ahora, recuerdo que ese día tuve partido, que hice la entrada en calor, y ya está. No me acuerdo de haber entrado a la cancha para la presentación, no me acuerdo de haber empezado el partido, no me acuerdo de absolutamente nada”, cuenta la brasileña en una sala del hotel oficial en el que se alojan varias de las delegaciones que tienen sede en Frederikshavn, Dinamarca, en el marco del 26º mundial femenino de handball.


Es que Mariana Costa, nacida en São Paulo hace 31 años, está disputando su cuarto mundial adulto en Dinamarca con una sensación de gratitud que a veces sólo nos pueden dar los momentos más inesperados.


“El médico me miró y me dijo: ‘Es serio. Tenemos que ir al hospital inmediatamente’”. Costa había recibido un rodillazo a la altura del pómulo derecho, un golpe que le provocó cuatro fracturas en el maxilar y la mandíbula y que requirió una intervención quirúrgica al día siguiente. “Como había sido un golpe en la cabeza no podía quedarme dormida, así que por unas horas nadie me dejaba dormir. Tuve desmayos, mucho dolor de cabeza, no tenía bien la visión y por tres días no sentí las piernas; la verdad es que todo eso me asustó y empecé a sentir un poco de miedo”, agrega la zurda, que hoy por hoy no tiene secuelas visibles en su rostro y que en la noche previa a la operación contó con la ayuda de dos amigos, que habían ido a ver el partido, y que la tranquilizaron de cara a la intervención.


“Como nuestro partido era por la tarde, cuando llegué al hospital era de noche, me hicieron todos los exámenes para ver exactamente qué había pasado y al día siguiente me operaron. Pasé toda la madrugada con mucho dolor en el rostro, tenía hielo constantemente, pero no sentía ni el frío en la cara; podía ver lo hinchada que tenía esa parte”, agrega.


Playmaker: ¿Cómo siguió tu vida después de ese accidente?


Mariana Costa: La verdad es que estaba pasando un momento muy bueno en el club, estaba muy feliz en Hungría, en mi vida personal, todo estaba yendo bien y por supuesto siempre las lesiones son como un choque en relación con todo eso. Tuve un primer momento de desesperación; porque al principio no tenía del todo bien la audición, me costaba leer o veía borroso. Después tuve una etapa en la que me empecé a enfocar en la rehabilitación, pero fue muy difícil porque cuando volví a mi casa después de la operación no podía hacer nada sola, y para nosotros los atletas, o para cualquier persona, la verdad, tener que depender de otras personas es difícil. Así que fue un momento para reflexionar, para entenderme mucho más y empezar de nuevo. No podía comer sola, no podía cambiarme sola, no podía cepillarme los dientes, debí tener ayuda para todo y gracias a Dios tenía a Deonise, que me ayudó en todo. Nosotras somos muy compañeras, pero esto además fortaleció la relación, ella estuvo en todo momento; realmente fue un momento personal muy difícil, el de depender de alguien para absolutamente todo. Para que te des una idea, me demoré dos meses en poder comer comida sólida.


Deonise es Fachinello, esposa de Mariana y una de las integrantes de aquel Brasil campeón del mundo en Serbia 2013; título que ambas comparten.


PM: ¿Dos meses para comer algo sólido? Y durante todo ese tiempo, además, seguramente sentías dolor en todos lados…


MC: Sí, estuve con dolor durante dos meses, cuando me acostaba, cuando me levantaba. Y con respecto a las comidas, ahí es cuando entraron los profesionales de la selección, un equipo que me ayudó mucho durante toda la recuperación. La nutricionista, Julia (Bargieri), me llamaba todos los días por teléfono, más de una vez por día, intentaba balancear una dieta líquida que pudiera tener proteínas y demás. En ese tiempo comí mucho pollo procesado (risas), sopa de frijoles, brócolis, espinaca. Julia intentaba incluir suplementos, vitaminas y calcio, que lo necesitaba para los huesos; perdí mucho peso y bastante masa muscular. Pero cuando la nutricionista logró encontrar el balance ya dejé de pasar hambre (risas) y de estar tan irritada; porque cuando uno tiene hambre se irrita, y yo no podía ni masticar, todo lo comía con cuchara o con pajillas porque apenas podía abrir la boca.


Si bien dos días después del golpe pudo ver el video, no fue hasta un mes después, cuando fue a una de las primeras consultas con el médico luego de la operación, que Mariana se dio cuenta de la verdadera gravedad del accidente: “Le pregunté si le parecía que después de un mes faltaba mucho para poder empezar a volver de a poco. Me puso los exámenes en la cara y me empezó a explicar: ‘Creo que no entendiste la gravedad de la lesión. Si el golpe hubiese sido cinco centímetros más abajo, habrías perdido el movimiento en tus piernas para siempre y no podrías volver a jugar. Si hubiese sido un poco más arriba, tal vez habrías perdido la visión o la audición’. Ese día realmente me di cuenta de lo que había pasado”.


“Obviamente fue un momento en el que estuve triste, pero también fue un momento de agradecimiento total, porque desde ahí, cada semana que pasaba notaba que había un avance, una mejora. Si bien todavía no podía comer normalmente, tuve mejoras en otros aspectos. La hinchazón del ojo fue bajando, porque al principio no podía ni abrirlo, por ejemplo. En ese tiempo realmente dejé de pensar en el handball y empecé a darme cuenta de que primero tenía que intentar ‘volver a la normalidad’”, reflexiona la zurda, que explica que festejó como victoria, por ejemplo, la vez que pudo volver a vestirse por su cuenta.


Para la fecha del accidente, el DVSC Schaeffler ya había anunciado que el vínculo con Mariana, que había pasado dos temporadas en el club, no se renovaría, y ella ya estaba en conversaciones con otros clubes; pero el impactante evento trajo consigo cambios de planes. Las negociaciones empezaron a caerse y el club húngaro accedió a extender la relación con la brasileña hasta el 31 de diciembre, en señal de apoyo a su jugadora. Mariana pudo continuar con su recuperación sin tener que preocuparse por su futuro deportivo, y sintiéndose arropada por la institución.


La rehabilitación continuó, para su sorpresa, mucho más rápido de lo esperado. La ayuda de su fisioterapeuta de confianza (que además la ayudó a conseguirle una máscara para usar en su regreso), y del cuerpo médico de la selección brasileña, fue fundamental para que la extremo pudiera volver a entrenar con normalidad apenas cuatro meses después del accidente. “Nuestra fisioterapeuta, Jéssica (Rocha), que está acá con nosotras, hizo toda la rehabilitación para que yo volviera a abrir bien la boca, porque tuve que hacer ejercicios básicos para volver a hablar. Además, la doctora Raquel consiguió que pudiera tratarme dos veces por día, todos los días, en una clínica en Brasil, con la que tenemos un convenio. Tuvimos una fase de entrenamientos con la selección en la que empecé a entrenar con pelota, aunque sin contacto, y después de eso estuve unos veinte días, casi un mes más en mi país haciendo la rehabilitación; para cuando volví a Europa ya estaba al 100% en mi club. Para el grado de lesión que tuve, mi regreso fue rápido”, cuenta Mariana entre risas, consciente de su fortuna.


PM: ¿Cómo se siente entonces estar disputando un nuevo mundial, justo 10 años de haber conseguido el título en Serbia 2013?


MC: La verdad es que después de una lesión así hay un período en el que te entran muchas dudas, muchas incertidumbres, pero creo que la selección me ayudó mucho a regresar. Estar de vuelta en un Campeonato del Mundo es algo que me pone súper feliz, y trabajé mucho para estar aquí, así que obviamente estoy tratando de disfrutar cada minuto. Los que conocen del deporte, los que entienden de handball saben lo importante que es esta competencia, para mí es un hito muy grande, y este año en particular tiene un sabor distinto, es muy emocionante. Aquel mundial de 2013 fue histórico, tanto para el handball brasileño como para el handball mundial, y tener la posibilidad de estar aquí representando a mí país después de mi recuperación es un privilegio, y estoy muy emocionada.


PM: Hace diez años, justamente, eras una de las jugadoras más jóvenes del plantel; y hoy sos de las más experimentadas, ¿cómo es ese nuevo rol que tenés en el grupo?


MC: Sí, ahora tenemos un grupo con jugadoras jóvenes, hace diez años yo era una de esas y tuve el privilegio de poder vivir procesos con las más grandes dentro de un mundial. Ese intercambio de experiencias siempre se siguió haciendo dentro del grupo y ahora es un poco nuestra tarea intentar sacarles un poco de peso de encima a las más jóvenes, y de ponerlas en el contexto de lo que es un torneo así, donde están las mejores del mundo, donde el nivel es muy alto. Es importante tener esas charlas en las que les contamos que nosotras también estuvimos en su lugar, y que pudimos llegar a lo más alto. Que sepan que, si ya lo hicimos una vez, podemos volver a meternos entre las mejores del mundo otra vez. Brasil siempre tuvo esa característica de ser un grupo muy unido que lucha mucho por lo que quiere, y poder pasar esa experiencia para las más chicas es importante, para que cada una pueda dar lo mejor que tiene.


PM: ¿Cómo eran las charlas durante ese mundial? ¿Cómo transmitían esa experiencia?


MC: Bueno, cada una tenía sus formas de hablar y de transmitir, de entrarte de acuerdo con tu personalidad, de integrarte al grupo y de sacarte el peso de encima. Me acuerdo de situaciones en las que yo tal vez comentaba que tenía ciertos miedos y de Duda (Amorim) diciéndome: ‘¿Tenés miedo? Bueno, andá con miedo’. Las más jóvenes entramos muy bien en el grupo, un grupo que ya tenía jugadoras muy experimentadas, que jugaban Champions League, que estaban en clubes muy importantes de Europa, que venía jugando junto hacía mucho tiempo. Yo, por ejemplo, entraba al equipo siendo suplente de quien había sido mejor del mundo el año anterior**, ¿me entendés? Yo tenía plena conciencia de cuál era mi papel en el equipo, sabía que el grupo necesitaba mucho más de Alexandra, pero las más grandes me decían: ‘Necesitamos de vos, aunque tengas miedo. Si te pasamos la pelota es porque confiamos en vos, necesitamos de todas para ser campeonas del mundo’.


**Alexandra Do Nascimento fue electa como mejor jugadora del mundo por la IHF en 2012.


PM: ¿Pero desde un comienzo ya hablaban de ser campeonas del mundo?


MC: A ver, yo no te lo puedo explicar con palabras, pero ese grupo sabía que tenía todo, y un poco más, para ser campeón del mundo. El sentimiento que había en ese grupo no lo puedo explicar, y a medida que iban pasando los días y los partidos, eso se fue acrecentando. No recuerdo haber tenido la sensación, en ningún momento, de pensar ‘ay, no sé si ahora vamos a poder…’. En el partido de cuartos de final (contra Hungría), me acuerdo de que yo estaba nerviosa, no conseguíamos despegarnos en el marcador y Fernanda (Da Silva) me dijo: ‘Calma, Mari, son cuartos de final, nadie dijo que iba a ser fácil, va a ser difícil, pero vamos a conseguirlo’, y nos decía a las que estábamos en el banco: ‘vamos a levantar esto, estoy cansada, pero ustedes griten que me dan fuerzas’. Así fuimos construyendo esa mística. Por ejemplo, en los entretiempos tampoco íbamos para el vestuario, las charlas eran en el banco. Había música, gritos, de todo, pero nosotras estábamos juntas en la cancha y cada una sabía cuál era su papel. Y nunca, te estoy hablando de verdad, nunca dudamos de que íbamos a ser campeonas del mundo.


Foto: Facebook International Handball Federation - IHF

El convencimiento era absoluto. Y muy difícil de explicar. Hasta ese 2013 sólo un equipo no europeo había conseguido consagrarse campeón del mundo (Corea del Sur, 1995). Y por entonces, Brasil no tenía en quién espejarse. Había llegado a cuartos de final en el mundial que organizó en su casa en 2011, pero cayó ante España de manera agónica. Había hecho una brillante primera parte en los cuartos de final de Londres 2012, en los Juegos Olímpicos, ante las campeonas defensoras, Noruega; pero un segundo tiempo para el olvido volvió a dejarlas en las puertas de una hazaña mayor. ¿Por qué iba a ser distinto esta vez?


“Cuando pasamos esos cuartos de final contra Hungría tuvimos una sensación de alivio, de sacarnos un peso de encima; pero algo interesante de ese grupo fue que no tuvo soberbia. Tuvimos un sentimiento de haber superado un obstáculo y pensamos, listo, vamos para el próximo. Tuvimos nuestro momento de festejar, de llorar, de emocionarnos, pero enseguida nos empezamos a enfocar en el siguiente objetivo. El grupo estaba muy unido y cuando volvíamos al vestuario después de cada partido, las felicitaciones eran para todas, porque todas habíamos aportado para lograr cada victoria; todas estábamos ahí por igual, cada una daba su máximo, y me di cuenta de que eso era lo esencial, eso era lo importante; eso se transformó en una religión para mí, entender que, para tener un grupo campeón, había que tener esa mentalidad”, cuenta Mariana, con la sonrisa de quien conoce el final de la historia. Y el siguiente objetivo era Dinamarca, equipo al que ya habían vencido en la fase de grupos.


“Antes del partido, Morten puso varios recortes en el vestuario de noticias de diarios daneses que decían que aquella derrota había sido un tropiezo, que Dinamarca había jugado mal, que Brasil no había tenido ningún mérito. Y fue como que nos quiso decir: ‘¿vamos a dejar que sigan diciendo estas cosas?’. Me acuerdo perfectamente de que en ese partido cada una sabía exactamente lo que tenía que hacer, dónde atacar, cómo defender, lo teníamos interiorizado y lo ganamos muy bien”.


PM: Y llegó la final, ante el dueño de casa, en un estadio repleto…


MC: Creo que todos recuerdan ese video de Morten entregándonos las medallas de plata en el vestuario, antes del partido (risas). Hoy lo recuerdo como algo cómico, pero ese momento realmente sirvió para descomprimir, todos estábamos muy tensos y con muchas emociones; así que ese momento en el que todas nos tiramos encima de él nos ayudó a aflojarnos un poco. Creo que cada una de las 18 jugadoras te va a contar un punto de vista distinto, pero en mi caso, yo no recuerdo haber visto el estadio repleto, para mí estaba en silencio; un silencio parecido al que se sintió cuando jugamos en la época de la pandemia, con los gimnasios vacíos.


PM: Pero si habían más de 19 mil personas en ese estadio…


MC: Yo te juro que para mí estaba en silencio. Me acuerdo de ir viendo cómo se desarrollaba el partido, de cómo íbamos marcando los goles, de lo parejo que estaba. Y después Morten puso a Hannah (Nunes), que metió un gol, después el otro; y cuando terminó, me acuerdo de las caras. Terminó el partido y nos miramos, y todo lo que habíamos hablado desde la preparación del torneo, todo había sucedido, y éramos campeonas del mundo. En ese momento me quedé sin aire. Me acuerdo mucho de Dani (Piedade) llorando y diciendo: ‘yo jamás, jamás podría haber pedido algo tan grande como vivir este momento con ustedes’. Esos momentos son más preciados que una medalla, de esos momentos yo nunca me voy a olvidar. Todas nos miramos y nos buscamos, como grupo, eso fue surreal. Y cuando te cuelgan la medalla en el pecho te ponés a pensar en tu trayectoria, en todas las jugadoras que lucharon tanto antes de nosotras, pensás en que estás haciendo historia, marcando un legado para las generaciones futuras. En ese momento realmente entendés que todo lo que pudiste haber pasado, absolutamente todo valió la pena por ese momento.


PM: ¿Ves algo de aquel grupo de 2013 en este que está hoy en este mundial?


MC: Creo que este es un grupo muy unido dentro y fuera de la cancha. A veces vamos en el bus hacia algún entrenamiento o partido y se puede notar la alegría, que es contagiosa, las ganas que todas tienen de mejorar, de querer siempre dar lo mejor. Es un grupo que tiene todo, jugadoras muy distintas, pero que juntas formamos un grupo muy fuerte. Claro que tenemos jugadoras muy jóvenes, otras más grandes, pero la forma en la que todas se van integrando creo que es algo que conseguimos mantener a lo largo del tiempo; todas entran rápido en la dinámica. Esa parte de nuestra identidad no se perdió. Es verdad que estamos en proceso de renovación, que estamos con caras nuevas, con chicas jóvenes, pero también hay muchas de estas chicas que, por ejemplo, tuvieron como primer título internacional unos Juegos Panamericanos. Estamos en una construcción constante y lo que necesitamos hacer es afirmar nuestra identidad. Brasil es lucha, es raza, es defender y demostrar nuestra fuerza, y cuando conseguimos eso en grupo es muy difícil jugar contra Brasil, pueden ganarnos, pero no se les va a hacer fácil.


Brasil está jugando su 15º mundial consecutivo y esta tarde, por la segunda fecha de la Main Round, se medirá ante Argentina desde las 18:00 en el Arena Nord de Frederikshavn.

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